«Los 90 son, sin duda, mi era», confiesa Cate Underwood. «Se nota en mi fotografía, en cómo me visto, en las imágenes que me gustan, en los lugares que frecuento». Detrás de unas gafas de sol estilo Matrix, Underwood, fotógrafa, modelo, DJ y directora de arte ucraniana de nacimiento y parisina de adopción, cuenta su historia creativa con una nostalgia palpable. Estamos en la parte trasera de una furgoneta Sprinter, huyendo del caos de los desfiles de la Fashion Week para hacer una parada en su sitio favorito de París: Sugaar, un restaurante y punto de encuentro social que lleva su pareja, Joachim.
Underwood usó una cámara por primera vez en el Kiev de los años 90. Atraída por la cruda realidad postsoviética de la capital ucraniana, documentó a las personas, las fiestas y el hedonismo underground de lo que ella describe como una época «grotesca»: de pronto, ropa, muebles y tecnología importados estaban al alcance de todos, y los jóvenes ucranianos amantes de las tendencias quedaron fascinados con los nuevos caprichos de la independencia y el mundo occidental. Para Underwood, la protagonista de toda esta historia fue su madre. «Mi madre era lo más en los 90», recuerda sonriendo. «La imagino con un bañador de cintura alta con el estampado de la bandera de EE. UU…. Fueron tiempos muy locos».
Sentada en Sugaar, donde se encarga de la dirección de arte y la imagen, queda claro que Underwood sabe canalizar su identidad creativa en muchos terrenos. Ubicado en el chic barrio Saint-Germain-des-Prés, el espacio refleja su espíritu elegante: el color burdeos de las paredes, cada detalle en los platos o la experiencia gastronómica que parece improvisada, pero está calculada al milímetro. Mientras hablo con ella, se muestra decidida y atenta. Su manera de expresarse es firme y su forma de moverse, segura. Da igual si está en una sala llena de gente o paseando por la calle: todas las miradas recaen en ella.
Con la Fashion Week en marcha, pasamos un día recorriendo París con Underwood o mejor dicho, siguiéndola mientras ella avanzaba con un espectacular abrigo de leopardo sintético, atrayendo las miradas de personas que tomaban café o almorzaban en la ciudad que ahora llama hogar. Hablamos de la semana de la moda, de identidad creativa y de cómo pensar como un auténtico parisino.