Cuando le preguntamos de dónde viene su amor por los coches, Callum recuerda un momento concreto de su infancia, durante un viaje a Escocia con su padre en un Porsche 911 del 77. «Cuando haces eso a una edad tan temprana, todo —el viaje por carretera, el ruido del motor y el olor a gasolina— se te queda grabado en la memoria», dice. Su pasión por los coches no se limita a conducirlos y presumir de ellos para conseguir visitas, sino mantener vivo el espíritu de los clásicos, demostrando a la gente que son sorprendentemente accesibles y fáciles de mantener. «Siento una cierta responsabilidad de inspirar a la próxima generación de fans de los coches; de ser su guía y generar una pasión que si no quizá no surgiría».
Hoy en día (y coincidiendo con la realización de este reportaje), Callum está lejos de las comodidades de Croydon y en su nuevo hogar, Nueva York. «Me mudé a Nueva York por la aventura y porque conseguí el visado. Es agradable estar en una tierra desconocida y con la sensación de empezar de cero», me cuenta por videollamada desde el interior de un coche, aparcado en una gasolinera. Ya está sacando partido de los coches que ofrece Estados Unidos. En un vídeo reciente, muestra a su público un impresionante Chrysler de 1952, listo para desfilar y decorado con banderas estadounidenses. También se le llama el «carruaje imperial de los desfiles», exclama en el vídeo, y añade que «¡ha visto más culos de famosos que un cirujano plástico de Miami!».
Coincidiendo con su traslado a Nueva York, ahora explora otra faceta profesional: la música. Aunque dedicarse a la moda, los coches y la música puede parecer mucho para una sola persona, para Callum todo está unido. «De momento, me gusta estar a caballo entre las dos cosas [moda y coches]. Estoy seguro de que disfrutaré mucho alternando las tres y combinándolas en la medida de lo posible», afirma. No es algo extraño en la actualidad, pues algunos de los grandes nombres de la cultura pop hacen lo mismo, como Tyler, The Creator y Frank Ocean, sin ir más lejos